En el corazón de un asentamiento urbano en Luque, nos encontramos a Betina, una mujer que irradia fortaleza y esperanza a pesar de las adversidades que ha enfrentado en su vida.

Su hogar, humilde pero lleno de amor, se alza sobre un terreno que, en días de lluvia, se ve amenazado por el desbordamiento de un cauce cercano. Sin embargo, dentro de estas paredes, Betina ha creado un refugio seguro para ella, sus dos hijos y su esposo.

A pesar de su juventud, Betina ha conocido la dura experiencia del desarraigo. Obligada a dejar atrás su comunidad rural cerca de Concepción para escapar de la violencia familiar, llegó a Luque en busca de un nuevo comienzo.

Un nuevo comienzo marcado por la esperanza

Con una sonrisa radiante, Betina abre las puertas de su hogar, invitándonos a presenciar la valentía y la determinación que la caracterizan. A pesar de las limitaciones de su entorno, ella no se rinde. Con la mirada puesta en el futuro, Betina nos contagia de esperanza al compartir la noticia de que, gracias al apoyo de donantes y voluntarios, pronto se iniciarán las obras de mejora del baño de su hogar.

 

Un pilar fundamental para su familia

Mientras su esposo trabaja fuera, Betina asume la responsabilidad del cuidado del hogar y sus hijos. Además, acoge a sus dos sobrinas durante más de doce horas al día, brindándoles el amor y la atención que necesitan. «Me gustan los niños, son muy cabezudos, pero no tanto», nos comenta entre risas. «Cocino para ellos, les mantengo limpios y veo cuando juegan en el patio». Su dedicación y entrega son inquebrantables.

El valor incalculable de las mujeres como Betina

 

 

 

 

 

 

 

 

El trabajo de Betina, como el de tantas otras mujeres en el mundo, a menudo pasa desapercibido. Sin embargo, su valor es inmenso. Ella es el pilar que sostiene a su familia, la educadora que forma a sus hijos y sobrinas, y la cuidadora que vela por su bienestar.